BIBIANA Y EL SAPO


Iba por la A-66 con dirección a Villafranca de los Barros (Badajoz) a la velocidad reglada por la DGT cuando una serie de piezas de metal desperdigadas en fila por la autovía cruzaron mi camino. Con nervio templado esquivé las tres primeras pero la cuarta me cazó. Zas. Un volantazo hubiera sido pernicioso así que pasé por encima de lo que parecía un tubo de escape de un camión, que rajó mi rueda delantera izquierda. Gracias a Odín, a Thor y al mismísimo Loki que me mantuve frío y la cosa ha quedado simplemente en un clavazo en el taller –las ruedas Continental no tienen piedad- y un retraso en la llegada a casa de la familia política.

Ya tenía pensado escribir el artículo sobre la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, y dado que una de mis siete vidas gatunas ha expirado o caducado hoy, lo que me da cierta perspectiva disímil de la existencia, voy a enlazar la anécdota del siniestro con ella para que quede complejo e intelectual. Bibiana –Bibi para sus amigos- ha pasado por varias piezas de metal afilado a lo largo de su autovía ministerial manteniendo aparentemente la cabeza gélida y el corazón a tono. Era la ministra más joven de la democracia, bloggera y simpática, y el Presidente Rodríguez Zapatero la había elegido para liderar ese nuevo ministerio denominado de Igualdad -con reminiscencias orwelianas, dicen en Intereconomía- que se entromete 100 gramos en el de Justicia, medio kilo en Interior y picotea en el resto de las carteras.

Debo confesar que Bibiana me mola. Me gusta que sea gaditana de Alcalá de los Gazules, que sea quince días más joven que yo, que defienda sus ideales de la igualdad –compartidos o no por mi parte- con pasión y que, aunque su ministerio está en todas las quinielas para ser sustituido en breve, Aído sonría con alegría, plante cara y busque el buen tiempo. Ayer me decía mi amigo “el Cabrera” que Bibi –él la conoce bien como cachorro de las Juventudes Socialistas que fue- tenía que haber ido a Melilla para resolver el problema con las mujeres policía. Por aquello de la discriminación. Pero yo discrepo, señoría. Ya he dejado escrito que el ministro de exteriores y/o el de interior tenían obligación de aparecer pero la gente echa el sapo de no haber ido a Bibiana Aído que, desde el primer día, ha sido diana de multitud de flechas que no debían salir del carcaj hacia ella (otras sí se las ha buscado). En su defensa, ha sido humilde en los errores y en los aciertos y ha seguido sonriendo y bloggeando, defendiendo aquello en lo que cree, lo que para mí es más respetable que salir a carretera sin rueda de repuesto.

Publicado en la La Voz el 23 de agosto de 2010

Enrique Montiel de Arnáiz

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