EL VIEJO MARINO CAZADOR (Homenaje a todos los compañeros de La Voz)



Dicen los que saben de antropología que la mujer nació de una costilla de Adán, blanca e incólume, virginal, y que luego pasó todo lo demás. El inicio tautológico de todo principió con un hombre y una mujer apareados. Luego, el hombre se hizo mayor y la mujer fue a celebrar la Pascua a su tierra natal, poblada de Dioses de otras épocas, otrora todopowerfulls. El hombre, angustiado por el descenso a los infiernos de su Casa, huyó a tierras lejanas repletas de negros y depredadores, dispuesto a enfrentarse a muerte con los principales proveedores de marfil del mundo, buscando un osario propio entre cementerios paquidérmicos.

Armado de su magnífico fusil, pertrechado con una silla especial de caza, al hombre no le dio tiempo a luchar, cara a cara, con el Presidente de la República Selvática, hasta el ocaso del día. Un tropezón lo lanzó de bruces a su retiro, a la jubilación que a los 74 años tantos le exigían, y que, como digno espécimen de su linaje, se negaba a aceptar. De su cadera nacieron tres fracturas, y las llamó Felipe, Elena y Cristina, precisamente hoy, día 14 del mes de abril, en que muchos españoles, informados o no de su contenido intrínseco real y verdadero, claman por el advenimiento de una República III. No se han dado cuenta, ellos, que la diferencia es poca entre Monarquía y República, salvo que nos ahorramos elecciones y que el Rey lo es de todos y no sólo de algunos, que lo han sufragado y/o votado. Pero da igual, es como más romántico todo, la banderita tricolor tapando la teta -no gorda- de la joven.

El hombre, cazador blanco, corazón negro, puede que jamás vuelva a dominar sus piernas, justo ahora que era momento de patear el operado y bamboleante culo de Cristinita FDK, Presidente sin cáncer de la República Expropiadora de Argentina. Puede que no vuelva a sentir el oleaje marinero del sol en su espalda, virando a babor su Bribón, y sabe perfectamente que el viaje acabó o va a acabar y que debe ceder su estigma de hombre a su heredero, que lleva tantos años preparándose. Pero el viejo marino cazador de elefantes, duda. Sólo tiene setenta y cuatro años. Nada más.

Enrique Montiel de Arnáiz

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