EL LEÑADOR DE UTAH (LA VOZ DE CÁDIZ - 4-09-13)



Una vez fui famoso de televisión. O dos. No me llevaron a un plató a pelearme con nadie, ni a hablar de mi libro, como Umbral. Lo fui a traición. Principios de octubre de 2009. Había ido con Raquel y Pablo al partido de NBA Europe que disputaban Real Madrid y Utah Jazz. No hablaré de cómo gané el concurso de baile en el centro del campo ante diecisiete mil personas. No insinuaré que el vídeo de la retransmisión de Canal+ está colgado en youtube. No renegaré de quien se equivocó de botón y no grabó mi striptease. Pero sí confesaré que Antoni Daimiel se preguntó, viendo mi talla vikinga, si era español o yankee. Dijo que parecía un leñador. Concretamente, un leñador de Utah.
Habíamos quedado esos días con una pareja de amigos con los que visitamos un decepcionante Warner Bros Park. Al día siguiente, fuimos al centro comercial de Madrid; el oso y el madroño, ya saben; la FNAC. Soy capaz de vagar durante horas por un sitio que aúna todos mis gustos: literatura, cine, música y tecnología. Allí compré una novela de Carlos Salem –que aún no he leído– llamada ‘Pero sigo siendo el Rey’, que acababa de salir a la venta. Decía, detrás: «Juan Carlos I de Borbón ha desaparecido dejando sólo una nota tras de sí: ‘Me voy a buscar al niño. Volveré cuando lo encuentre. O no. Feliz Navidad’».
Salimos ansiando un Starbucks para tomar un gigantesco café aderezado con canela y caramelo cuando, por sorpresa, fui asaltado por una joven de cabellos rubios. La acompañaba un cámara que portaba un equipo de grabación con una pegatina de Telemadrid. «¿Qué opina de que Barack Obama haya recibido el Premio Nobel de la Paz». En ese micro (o nano) segundo que tarda la mente en procesar la pregunta, superar el nervio de ser grabado, valorar la respuesta –previo acopio de datos y probabilidades–, llegué a la conclusión de que aquello tenía que ser una broma. El típico programa de humor de las cuatro de la tarde que explota la espontaneidad de los incautos. Como si estuviera en Matrix, razoné a velocidad de la luz mientras a mi alrededor todo quedaba congelado: Obama llevaba apenas un año como presidente de los EE UU, era todo demasiado prematuro. Improbable. Y me lancé a la piscina. Sin agua.
«Es totalmente imposible que Obama haya recibido el Premio Nobel de la Paz. No tiene méritos suficientes cuando ni tan siquiera ha cerrado la cárcel de Guantánamo». La reportera se solazó y su sonrisa heló mi corazón. «Muchas gracias. Hoy sale usted en el informativo de las nueve». Y se fue, para mayor ridículo del Leñador de Utah. Y pasaron cuatro años: Siria. La venganza tarda lo que tarda, sólo hay que saber esperar. Y por eso, querida reportera que desgraciadamente quizá hayas sufrido un ERE, mi realidad ha superado tu ficción. Lo del premio era una cortina de humo. Entérate: un presidente de los EE UU no es progre ni facha, ecologista ni pacifista: es un comandante en jefe. Y el Nobel de la Paz, una campaña de marketing. O no. Feliz Navidad.

http://www.lavozdigital.es/cadiz/20130904/local/lenador-utah-201309040724.html

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